La actualidad me lleva a evocar territorios que están en el ojo de las catástrofes naturales, para profundizar en esta noción esencial de la vida en nuestras ciudades que es la resiliencia, capacidad de hacer frente a su fragilidad y vulnerabilidad. Ahora más que nunca, considerar que la ciudad viva es un desafío de hoy y de mañana.

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Las inundaciones mortales en Francia en la región de Alpes de HauteProvence, el 3 y 4 de Octubre, se han añadido a la larga lista que crece día a día en el mundo, sobre todo en zonas costeras expuestas a las consecuencias del cambio climático y del fracaso de la visión estratégica humana en su ocupación y urbanización. Fue el caso de ciudades conocidas en el mundo entero como Cannes por su festival pero que ha sido objeto de una urbanización desenfrenada con miras a atraer turistas.

Hablar de resilencia en nuestros territorios nos obliga a tener que recordar permanentemente que vivimos en un mundo urbanizado que por la actividad humana está poniendo en peligro nuestras vidas y las de las generaciones por venir.

Tristes aniversarios a recordar: el 10 de noviembre de 2013 el Tifón Yolanda se abatió sobre el sudeste asiático sembrando la desolación en un escenario apocalíptico con sus vientos de 360 km/hora y dejando 10.000 muertos a su paso.

Sólo hace unas pocas semanas hemos tenido el aniversario del devastador huracán Sandy en Nueva York. Su intensidad fue tal que después de su paso, el ex-vicepresidente Al Gore ha puesto en cuestión el cambio de la escala de medida Saffir-Simpson, de 1 a 5, en la clasificación de los huracanes. Kerry Emanuel, profesor del MIT especialista en ciclones tropicales estima que esta escala está ya obsoleta.

Kerry Emanuel había sido seleccionado por aquel entonces, por la revista Time como «una de las 100 personas que cambiarán nuestro mundo». También ha sido considerado en Estados Unidos como «el hombre que había previsto el Katrina».

¿Desafortunadas coincidencias? En el mismo momento, están bajo tensión las negociaciones en pos de la COP21, que tendrá lugar en pocas semanas en Paris, para intentar llegar a un acuerdo vinculante respecto a la reducción de gases de efecto invernadero (GEI), que causan el calentamiento. La comunidad internacional tiene el deber de lograr el objetivo de limitar el calentamiento a 2ºC. Pero el objetivo no ha sido aun alcanzado, y cuanto más nos alejemos de el  más eventos extremos se multiplicarán, inevitablemente.

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Crédit photo : L’Express

De conferencia en conferencia, la naturaleza se manifiesta. Inicialmente, lejos de nuestros territorios, esta fragilidad también nos llega a nuestros lares, como acabamos de ver en la región de Cannes. Nuestras ciudades que están creciendo sin cesar, son un motor mayor de la amplificación del fenómeno por sus aportes de gases de efectos invernadero que implican el transporte motorizado tradicional, los edificios y las redes de calefacción y refrigeración.

El vínculo entre los fenómenos meteorológicos y el cambio climático es duramente discutido entre climatólogos, pero se esperan aún más eventos violentos vinculados con el calentamiento de la temperatura de los océanos. No es que haya más frecuencia en los huracanes, pero si son cada vez más fuertes. «Vamos hacia fenómenos más poderosos, asociados a lluvias más intensas, del entorno del 20% superiores».

Estos fenómenos meteorológicos violentos deben su energía a la temperatura de la superficie del mar. Estas temperaturas han aumentado 0,3 grados en el curso de los 30 últimos años. Esto es lo que explica, según los expertos, el vínculo entre el calentamiento climático y la multiplicación de este tipo de fenómenos.

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Image Kerry Emanuel MIT

Con la desolación, las víctimas y los muertos debidas a las catástrofes naturales nos enfrentamos a situaciones que interrumpen el curso de la vida de las poblaciones afectadas de manera duradera. Las 13 personas muertas la región francesa de los Alpes de Haute Provence, a raíz de las lluvias torrenciales que se produjeron en un tiempo record nos muestran la evidencia de la creciente fragilidad de nuestras ciudades y territorios.

Aquí y allá nos encontramos con  regiones, y territorios devastados, infraestructuras arrasadas y por reconstruir, las poblaciones que deben rehacer sus formas de vida, los servicios que deben resurgir, en otras configuraciones… así como las complejas cadenas de re-aprendizaje de la vida.

La evaluación de costes de Sandy en Nueva York fue del orden de 50.000 millones de US$ y de 80.000 millones de US$ por el Katrina. Debería recordarse que tres años después del paso de Katrina los miles de personas en Mississipi y en Luisiana vivian aún en caravanas?

La tragedia de Alpes Haute Provence ha representado en pocas horas un coste de 600 millones de euros por los 60.000 afectados, 1.800 empresas golpeadas con 10.000 empleos puestos en riesgo. Signo de los tiempos, por primera vez se puso en marcha una campaña de crowdfounding para socorrer, a través de la plataforma «BulbInTown».

Un interesante informe de la Academia de Estados Unidos «Resiliencia a Desastres : Un imperativo nacional» y la iniciativa «Lanzando una Conversación Diagonal en Resiliencia a los Desastres en América», muestran la escala de la reflexión, considerando un imperativo nacional el proceso en torno a la gestión de crisis y la resiliencia. Esta reflexión es global y nos concierne a todos.

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Cito el trabajo del Banco Mundial sobre el impacto de los impactos sobre las ciudades costeras de la subida del nivel del mar. El principal autor francés StéphaneHallegate del trabajo publicado en la revista “NatureClimateChange” expresó « El coste total de las inundaciones en las grandes ciudades costeras del planeta podría alcanzar para el año 2050, si no se hace nada para detener las mareas, la suma astronómica de más de 1 billón de dólares, (750.000 millones de euros) al año »

El estudio muestra que el planisferio de riesgos va a convulsionarse. «En cabeza de las ciudades más amenazadas figuran a día de hoy, detrás de Cantón, tres ciudades americanas : Miami, Nueva York, y Nueva Orleans. A mediados de siglo el riesgo se desplazará a las ciudades en desarrollo, detrás de Cantón, que seguirá en cabeza, nos encontraremos a Bombay y Calcuta, aunque también Miami, Nueva York y Nueva Orleans se encuentran entre las 10 más expuestas. Si nos fijamos ahora en las ciudades donde el riesgo va a crecer más proporcionalmente en cincuenta años, el mapa es otro. El mediterráneo está sobre-representado con ciudades como Alejandría, Nápoles, Beirut, Estambul, Atenas y también Marsella.

La Organización de las Naciones Unidas a través de UN HABITAT desarrolla las iniciativas internacionales sobre el tema «resiliencia y movilidad urbana».

UN HABITAT recuerda que « las catástrofes no conocen fronteras » y apelan a las naciones a contribuir a la puesta en marcha de un marco global de acción para reforzar la resiliencia de las naciones y las comunidades frente a las catástrofes.

“Todos los actores deben trabajar juntos para salvar vidas, proteger los activos y proporcionar continuidad de los servicios básicos cuando los desastres golpean. La planificación es esencial”, informó el Secretario General de la ONU.

La visión de la Smart City Humana, de la ciudad viva, debe imperativamente integrar esta reflexión en su estrategia.

La ciudad por su propia esencia, es una ciudad frágil, sensible, que en todo momento puede bascular frente eventos impredecibles que la ponen a prueba. Más que nunca hacerla más accesible y resistente frente a las amenazas y la vulnerabilidad es un desafío de aquí y ahora e igualmentepara el futuro. La ciudad debe estar a la altura de las necesidades y demandas de su pueblo, y entre las principales necesidades, recordémosle que está su capacidad de resiliencia.

Des inondations meurtrières en France dans les Alpes de Haute Provence le 3 et 4 octobre sont venues se rajouter à une longue liste qui grossit jour après jour dans le monde et en particulier dans les zones côtières, exposées en première ligne aux conséquences du changement climatique et les défaillances de la vision stratégique de l’homme dans leur occupation et urbanisation.

Parler de résilience dans nos territoires nous oblige à avoir en permanence un devoir de mémoire dans un monde urbanisé qui par l’activité humaine met en danger nos vies et celles des générations à venir.

Tristes anniversaires à rappeler : le 10 novembre 2013 le Typhon Hayan s’est abattu en Asie du Sud Est semant la désolation dans un décor de fin du monde avec des vents de 360 km/heure et laissant 10000 mors sur son passage.

Il y a à peine quelques semaines c’était l’anniversaire du dévastateur ouragan Sandy à New York. Son intensité a été telle qu’après son passage l’ancien vice-président Al Gore a posé la question du changement de l’échelle de mesure Saffir-Simpson de 1 à 5 dans la classification des ouragans. Kerry Emmanuel, professeur au MIT spécialiste des cyclones tropicaux estime que cette échelle est déjà obsolète.

Kerry Emanuel avait été sélectionné à l’époque par  le Time Magazine comme « l’une des 100 personnes qui changent notre monde ». Il est aussi considéré aux États-Unis comme « l’homme qui avait prévu Katrina ».

Malheureuses coïncidences ? Au même moment, les négociations sont tendues en vue de la COP21 – qui aura lieu dans quelques semaines à Paris – pour tenter de parvenir à un accord contraignant de réduction de gaz à effet de serre (GES), à l’origine du réchauffement. La communauté internationale à le devoir d’atteindre l’objectif de limiter le réchauffement à 2°C. Or, nous ne sommes pas encore là et plus on s’éloignera de cet objectif plus les événements extrêmes vont se multiplier, inéluctablement.

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Crédit photo : L’Express

De conférence en conférence, la nature se rappelle à nous. Au départ, loin de nos territoires, cette fragilité nous la portons aussi, comme nous venons de le voir dans la région cannoise. Nos villes qui grandissent sans cesse, sont un moteur majeur dans l’amplification du phénomène par les apports aux émissions de gaz à effet de serre qui sont le transport motorisé, les bâtiments et les réseaux de chaleur et de froid.

Le lien entre les phénomènes météorologiques et le changement climatique est durement discuté entre climatologues, mais ils s’attendent quand même à des événements de plus en plus violents liés au réchauffement de la température des océans. Il n’y a pas plus de cyclones, mais ils semblent être plus forts, « On va aller vers des phénomènes plus puissants, associés à des pluies plus intenses, d’environ 20 % supérieures ».

Ces phénomènes météorologiques violents puisent leur énergie dans la température de la surface de la mer. Ces températures ont augmenté de 0,3 degré au cours des 30 dernières années. Ce qui explique le lien que font les experts entre le réchauffement climatique et la multiplication de ce type de phénomènes.

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Image Kerry Emanuel MIT

Avec de la désolation, sinistrés et morts dus aux catastrophes naturelles nous sommes en face des situations qui bouleversent le cours de la vie des populations affectées de manière durable. Les 13 morts dans notre région des Alpes Haute Provence, suite à des pluies torrentielles survenues en un temps record nous montrent cette évidence qui est la grande fragilité grandissante de nos villes et territoires.

Ici et là nous nous trouvons avec des régions, des territoires dévastés, des infrastructures lourdes emportées et à reconstruire, des populations qui doivent ré apprivoiser leurs lieux de vie, des services qui doivent émerger, dans d’autres configurations… voilà des chaînes complexes du ré apprentissage de la vie à faire.

L’évaluation de coûts de Sandy à New York fut de l’ordre de 50 Mds US$  et de 80 Mds US$ pour Katrina. Faut il rappeler que trois ans après le passage de Katrina des milliers des personnes au Mississipi et en Louisiane vivaient encore dans des caravanes ?

La tragédie de Alpes Haute Provence a représenté en quelques heures un coût de 600 M€ pour 60000 sinistrés, 1800 entreprises impactées avec 10000 emplois menacés. Signe des temps de la multitude, pour la première fois une opération de crowfunding été lancée pour venir au secours via la plateforme « BulbInTown ».

Un intéressant rapport de l’Académie des Etats Unis, « Disaster Resilience : A national imperative» et l’initiative « Launching a National Conversation on Disaster Resilience in America» montrent l’échelle de la réflexion considérant un impératif national la démarche autour de la gestion de crises et la résilience. Cette réflexion est globale et nous concerne tous.

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Je cite les travaux de la Banque Mondiale autour des impacts dans les villes côtières de la montée de la mer. Le français Stéphane Hallegate auteur principal de ses travaux publiés dans la revue « Nature Climate Change » a fait part des synthèses « Le coût total des inondations dans les grandes villes côtières de la planète pourrait atteindre à l’horizon 2050, si rien n’est fait pour endiguer les flots, la somme astronomique de plus de 1 000 milliards de dollars (750 milliards d’euros) par an »

L’étude montre que le planisphère des risques va être bouleversé. « En tête des agglomérations aujourd’hui les plus menacées figurent, derrière Canton, trois villes américaines : Miami, New York et La Nouvelle-Orléans. Au milieu du siècle, le risque majeur se déplacera vers des villes en développement : derrière Canton, toujours en tête, on trouvera Bombay et Calcutta, même si Miami, New York et La Nouvelle-Orléans restent parmi les dix plus exposées. Si l’on regarde cette fois les villes où le risque va proportionnellement croître le plus en cinquante ans, la carte est encore tout autre. Le pourtour méditerranéen y est surreprésenté, avec des villes comme Alexandrie, Naples, Beyrouth, Istanbul, Athènes, mais aussi Marseille ».

L’Organisation des Nations Unies au travers de UN HABITAT développe des initiatives internationales sous le thème résilience et de la mobilité urbaine

UN Habitat rappelle que « les catastrophes ne connaissent pas de frontières » et appelle les nations à contribuer à la mise en oeuvre d’un cadre globale d’action pour renfoncer la résilience des nations et de communautés face aux catastrophes.

« Tous les acteurs doivent travailler ensemble pour sauver des vies, protéger des actifs et offrir la continuité des services de garantie quand les désastres frappent. La planification est essentielle » a signalé le Secrétaire Générale de l’ONU.

La vision de la Smart City Humaine, de la ville vivante, doit impérativement intégrer cette réflexion au cœur de sa stratégie.

La ville par son essence propre de son impermanence est une ville fragile, sensible, qui à tout moment peut basculer dans des évènements imprévisibles la mettant à l’épreuve. Plus que jamais la rendre plus accessible et résistante face aux aléas et à sa vulnérabilité est un enjeu d’avenir. La ville doit être à la hauteur de besoins et des exigences de ses habitants et parmi les premiers besoins, rappelons- le il y a celui de sa résilience.